jueves, marzo 08, 2007
Intento no juzgar a nadie
Luego de triunfar en telenovelas colombianas, volvió a la Argentina para hacer el musical "Sweet Charity" en teatro... y grabar "Amas de casa desesperadas", para la TV de Colombia.


Siempre me cuidé. Suelo ir a un nutricionista que me enseña a comer rico y sano. Yo me cocino sin grasas y voy mucho al gimnasio. Y no ando mirándome todo el tiempo al espejo.

Diego Ramos está sentado antes de lo previsto en el bar que está al lado del Teatro Lola Membrives. En un rato será Vittorio Vitali, un galán de cine italiano, en el musical Sweet Charity. No desentona: huele rico, se lo ve prolijo y bien combinado. Después de cinco años viviendo y trabajando en Colombia (volvió el año pasado), cosechó fans acá y allá.

Te fuiste a Colombia en pleno éxito de tu carrera. Y estando allá, con buenos trabajos y continuidad en la tele, te volviste. ¿Huís de la fama?

(Se ríe) Hago todo al revés, ¿no? Nunca lo pensé en esos términos, pero si hay algo que no me interesa es ser la tapa de la revista. Y nunca me importó.

Pero allá te trataban como estrella, hasta tenías chofer.

Es normal para ellos. Si no conocés y la ciudad es grande... Pero yo me terminé comprando un auto. No me acostumbraba a que me esperaran durante horas. Seguramente también era por seguridad. Pero, ¿qué me iba a pasar?

Calculo que en Bogotá, de todo.

Tanto como acá. Te aseguro que en Bogotá no escuchaba las cosas que escucho en Buenos Aires.

Y ahora que estás acá, hacés la versión de "Amas de casa desesperadas"que se verá... en Colombia.

Sí. El año pasado había terminado agotado de tanta telenovela. Una vez hice tres programas a la vez, ¡y se graba hasta los sábados!

Demasiado trabajo.

Sí. Pero no me quejo. Cuando salió la oportunidad de hacer Amas... desde acá, cerró todo: es semanal, mantengo mi vínculo con Colombia, volví a mi país y trabajo en teatro, que es algo que anhelaba, y encima lo hago con amigos y una producción infernal. En la serie soy el plomero (que acá interpreta Juan Palomino), un argentino que vivió en Colombia y se volvió a su país, porque se desarrolla en la Argentina. Zafé del neutro.

¿Te complica?

Al principio, lo sufría. Si hasta me mandaron a México a hacer un curso de neutralización del acento. Allá les gusta nuestro acento, pero es cierto que suena imperativo, muy fuerte.

¿Y qué te enseñaron en ese curso?

Entre otras cosas, a pronunciar todaS laS letraS (remarca).

¿Extrañabas?

La última vez me quedé un mes y pico, sí. Y ahora añoro Bogotá: en casi cinco años hice muchos amigos y la gente es muy cálida.

¿Te la pasabas chateando?

No, no sirvo, me quedé en la Comodore 600. Empezaba a chatear y decía: "esperá, te llamo". A mí me encanta hablar, contar todo con lujo de detalle. Me siento en la computadora y cri-cri (hace la onomatopeya)... quedo en blanco. ¡Galán total!

Hablando de galán, a los 34 años, ¿cómo hay que cuidar la imagen?

Te vas poniendo más viejo (se ríe). Pero siempre me cuidé (mira la medialuna de jamón y queso que tiene entre sus manos). Justo estos dos últimos meses no tanto, pero suelo ir a un nutricionista que me enseña a comer rico y sano. Después, yo me cocino sin grasas y voy mucho al gimnasio, que me hace sentir bien. Lo hago por mí. Y no ando mirándome todo el tiempo al espejo. Para los hombres, el paso del tiempo viene bien. Mirá: en Colombia hice una sola novela donde era galán con todas las letras. Fue en la última, Lorena, un culebrón de aquéllos. La primera experiencia fue Pedro, el escamoso, pero era un argentino canchero, un malo, pero de comedia.

Qué suerte, acá siempre hacías de bueno.

Sí, era el bueno-boludo. También protagonicé Angel de la guarda, donde fui un antigalán. E hice de galán venido a menos.

O sea que te tuviste que ir afuera para que te den otros papeles.

¿Te das cuenta? (se ríe). Yo no me quejo de nada, pero es cierto que llega un momento que el bueno no tiene mucha posibilidad de juego actoral. Ahora vuelvo a un taller de entrenamiento actoral, retomé mis clases de canto, tap y jazz dos veces a la semana. Aunque siendo galán, ¿para qué, no? (se mata de risa) Necesito encontrarme con el desafío.

¿Es cierto que por ser un galán de TV alguna vez algún director de teatro te negó una entrevista?

Sí, fue en el San Martín, no recuerdo al director. Hoy pasás por ahí y ya hay gente de la tele.

¿Qué otras desventajas te trajo?(Piensa) Prejuicios, no más. Pero no peleo contra eso ni a palos: yo también los tengo con otros galanes. Es difícil que todo lo que sos y aprendiste puedas ponerlo en un bueno de novela. Intento aprender a no juzgar a nadie por lo que hace en la tele.

¿Y te sale?

Trato... Cuando estás expuesto es ridículo pensar que le vas a gustar a todo el mundo.

Pero vos tenés tus fans... ¿se zarpan?

Ya no. Eso era más en la época de Montaña rusa, o Verano del '98. Cuando hacíamos teatro con Montaña..., nos bajaban de la combi con guardaespaldas. Hoy creo que está bueno haberlo vivido. Ahora todos me gritan "che, Dieguito", con diminutivo. Será que empecé de chico a trabajar y seré como una suerte de Marcelo Marcote perenne.

Pero en tu casa no querían que fueras actor, ¿no?

En realidad, querían que hiciera teatro y tuviera, además, un título. Pero todo cambia cuando aparecés dos minutos en la televisión: se producen maravillas.

Tomado de www.clarin.com
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